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martes, 10 de marzo de 2009

FERIA DEL CÓMIC DE GRANADA

Granada. Jueves, 5 de marzo a las 11 horas. Stands montando a contrareloj, exposiciones que debían superar contratiempos húmedos como la gotera que amenaza caer sobre Granada. Nublado el horizonte, nublado el panorama, la mañana se presentaba fría como un asesino en serie dispuesto a acabar con la Feria del Cómic antes de su inauguración. Y casi lo consigue: jueves y viernes de soledad matinal y abulia de grisalla que sólo lograron romper los primeros autores invitados, armados de lápices y rotuladores, espadachines entre la espada y la pared que arrancaron destellos de los rostros de los fans que hacían cola para conseguir un touché de tinta en sus tebeos.





Poco a poco, el negro se imponía en los tipos de los adolescentes llenando el salón de siluetas de fantasía como un gran carnaval veneciano: soldados del imperio y hadas siniestras, aristócratas ilustrados y superheroínas semianoréxicas, tipologías del imaginario que saltaban de la pantalla y las viñetas a la tridimensionalidad adolescente. El carnaval parece trasladarse de su ámbito histórico a nuevos marcos, la ritualidad del chamán transformado en animal o semidios regresa en forma de idolatría a los nuevos mitos de la contemporaneidad. Toda una mitología reciclada y asimilada por las nuevas generaciones de creyentes.







Poco a poco, el negro se imponía en los tipos de los adolescentes llenando el salón de siluetas de fantasía como un gran carnaval veneciano: soldados del imperio y hadas siniestras, aristócratas ilustrados y superheroínas semianoréxicas, tipologías del imaginario que saltaban de la pantalla y las viñetas a la tridimensionalidad adolescente. El carnaval parece trasladarse de su ámbito histórico a nuevos marcos, la ritualidad del chamán transformado en animal o semidios regresa en forma de idolatría a los nuevos mitos de la contemporaneidad. Toda una mitología reciclada y asimilada por las nuevas generaciones de creyentes.














Nuevas formas de la religión tamizada por el cedazo de lo profano y lo lúdico, un Rocío para laicos del manga y los comics-books, nuevos catecismos de la posmodernidad adolescente. Converso con unas adolescentes sobre las bases de su estética tribal, surge el nombre de Alaska como la introductora de aquella moda japonesa en la movida madrileña; no hay nada nuevo bajo el sol naciente. Siguen una estricta dieta estética que incluye vestuario, música, manga, pelucas de colores. En los servicios me encuentro con dos jovencitos que se planchan el pelo y se acicalan con todo despliegue de medios preparándose para la celebración de estos ritos ancestrales. Disfrazarse no es ya revestirse con el uniforme real de otro, es traer la ficción a la realidad, asumir una identidad de personaje creado que se incorpora al mundo adolescente creando una hermandad de iniciados en los misterios de una masonería juvenil sin fronteras.